Fiel a mi Nodo Sur conjunción Venus en Libra, estudié danzas desde los 7 a los 15 años. A los 11 años, guiada por mi ascendente en Cáncer, comencé terapia. El gobernante de tema, la Luna en Géminis, me ofreció en el colegio psicología y literatura. Integrando el Nodo Norte en novena, me recibí de Psicóloga a los 23 años.
Impelida por la Luna en casa XII, al finalizar la carrera hice meditaciones activas de Medio Oriente y Asia central, proceso que duró 7 años. Desde los 24 a los 28 años me formé en Cuarto Camino, grupo de estudio que integraba los movimientos sagrados de Gurdjieff, para el beneficio de mi Saturno en Sagitario en casa V. A los 26 años, grado de mi Luna natal, comencé a ejercer como terapeuta. Mi primer paciente llegó a la consulta con la carta natal interpretada por Lili. Con Urano en Sagitario en casa VI, me di cuenta que le faltaba profundidad a mi trabajo. Me leí la carta con Lili y fue un bálsamo álmico escuchar cada palabra que tocaba mi médula espinal. Recuerdo haber salido del consultorio para ir al baño y cruzar un puente que los comunicaba. Más tarde, cuando comencé a estudiar en su Escuela, noté que no estaba el puente y le pregunté qué había hecho con él. Nunca existió, concretamente, pero ese día me adentré en este camino. Al mes de la lectura, llegó a mis manos el Tarot de Marsella, en simultáneo con los cristales y el chamanismo.
Cabalgando con el retorno de Saturno, me anoté en Astrología en Isis, me inicié en Reiki, y comencé a adentrarme en regresión a vidas pasadas. Me recibí de Astróloga a los 33 años, el nacimiento crístico, haciendo honor a mi Sol dracónico en Leo, si bien es un camino que me desnuda todos los días y me contempla por las noches.
En el segundo año de la carrera se hizo presente la botánica oculta para el deleite de mi Sol trópico en Virgo, y luego llegaría la Cábala para terminar de enamorarme profundamente de la vida, la magia, la alquimia y las estrellas. No menciono a todos los autores que me ayudaron a transformar la hiel en dulzura porque la lista es interminable; como los guardianes del Cielo a los que les debo total respeto y profunda admiración. Y a esta Tierra bendita que por alguna razón me eligió. Tengo una deuda de por vida con ellos, porque en medio de un mundo que gira y cambia constantemente, cada vez son más los momentos donde me siento en paz.